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La Buenos Aires oculta.

  • Samanta Leonard - Gonzalo Sarraute
  • 27 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

Benos Aires alberga en sus calles lugares mágicos, sitios ocultos que parecen estar escondidos para la mirada de la mayoría del público, tal es el caso de los bares speakeasy, una suerte de viejos clubes secretos estadounidenses de los años ´20 , tiempos en los que mandaba la ley seca -la prohibición de la venta de alcohol-. Son bares que trabajan a puertas cerradas y están reservados para unas pocas personas. En la mayoría de ellos se ingresa por medio de conocidos o con contraseñas. La propuesta llegó a la Argentina, más concreta a algunos barrios porteños, hace casi una década y está destinada a un público que busca no sólo identificarse con los espacios que visita - haciéndose habitues- sino también cultivar un costado lúdico o de privacidad que incentiva la relación cliente-bar.

Hoy, la dinámica del mundo estimula la visibilidad, pero speakeasy, produce un quiebre en este estereotipo proponiéndole al público la posibilidad de resguardarse u ocultarse, ofreciendo de algún modo un contacto más íntimo y personal", afirma Andrés Rolando, uno de los fundadores de The Nicky Harrison Speakeasy, un espacio de estas características ubicado en pleno barrio de Palermo sobre la calle Malabia.

Rolando explica que su local, surgió en el afán de llevar al extremo el concepto de los speakeasy bar. "A la hora de concebir el proyecto partimos de la pregunta ¿Qué pasaría si escondiéramos nuestro local como lo hacían los bares ocultos de los años 20 en New York? Luego nos pusimos en el lugar de un potencial cliente y nos dimos cuenta que la experiencia podría resultar muy divertida y atrapante. Fue así que no dudamos por un instante en cómo debería ser el concepto de nuestro espacio", relata.

Los referentes consultados confirman que el tamaño de estos bares varía desde 120 m2 hasta superficies con más de 600 m2; pueden contener diez mesas, una importante barra y un mini auditorio hasta un espacio de dos plantas, apto para más de 400 cubiertos y barras que superan los 15 metros lineales, con diseños arquitectónicos del que han participado hasta especialistas en refacciones de edificios antiguos. Tanta diversidad de casos no permite establecer un valor promedio de inversión inicial, pero a modo de ejemplo podría mencionarse el desembolso que requirió el JW Bradley, un espacio que supera los 450 m2 y que combina piezas antiguas con artefactos modernos que demandó $ 6 millones.

Los especialistas destacan que, en este modelo de negocio es clave el concepto original de la propuesta, la arquitectura y decoración de interiores, la oferta de productos y de servicios diferenciados donde el cliente se sienta único. Según los expertos en el tema la rentabilidad es fluctuante, con márgenes que van, según los casos, entre el 8 y el 30 por ciento aproximadamente..

 
 
 

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